Juan José Vega
El 28 de julio de 1821 representa así el momento más alto del sector menos radical de la guerra separatista peruana.
El pacto con una fracción de la nobleza limeña no es achacable a San Martín. Fue el resultado de la realidad concreta que enfrenta. En muchos sentidos él hizo lo que pudo, si consideramos que su deber era doblegar a Lima y ganaría la causa separatista americana, por la cual luchaban, bajo otras condiciones, aquellos a quienes se debía, su ejército de Buenos Aires y el gobierno de Chile. Cierto que consiguió su objetivo mañosamente, en una “batalla blanca”. Pero a la verdad no podría haber actuado de otro modo. El no era un conquistador, sino un libertador. Nada habría ganado para la causa de América y de sus gobiernos libres con el incendio de Lima, tomándola a sangre y fuego
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