El general don José de San Martín, el que jamás quiso ser Rey, aunque pudo, gozaba en verdad de un señorío de mando propio de varios monarcas legendarios de la historia. Austero, tenía majestad. Sencillo en sus costumbres, en Lima a veces la gente se postraba a su paso, lo que le desagradaba, pero disimulando su fastidio solía levantar suavemente del brazo a los así hincados de sobremanera si de mujeres se trataba. Todas las cosas que de él se cuentan exhalan un halo de bondad. Quizá por eso pudo rodearse de apoyos tan disímiles; de montoneros indios a muchos marqueses limeños, incluyendo en el cuadro a los mestizos, negros, zambos, mulatos, sin excluir a españoles -incluso Generales- que a causa de sus ideas liberales combatían por la Independencia de América (Arenales y Cerdeña).
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